sábado, 27 de junio de 2009

Bye, bye



Quisiera hoy hacer una entrada despidiéndome de dos mitos de mi infancia y juventud. El primero, Farrah Fawcett; el segundo, Michael Jackson. No voy a entrar aquí a hacer ninguna valoración sobre sus vidas privadas, entre otras cosas porque nunca me han importado ni un pimiento. Pero sí tengo que decir que para mí, cada uno de ellos, marcaron una época.

Los Ángeles de Charly, creo que fue la primera serie de televisión que realmente me gustaba y que la veía no porque fuera lo único que había (para eso ya estaba La casa de la pradera), sino porque me entusiasmaba. Yo de mayor quería ser como Jill (Farrah), Kelly o Sabrina (esta no me parecía tan guapa, pero sí la más inteligente). Qué cosas, ¿verdad? Recuerdo que entre las amigas, en el colegio, jugábamos a que éramos los ángeles de Charly, y nos encantaba imaginar un montón de aventuras interminables, por cierto, como casi todos los juegos de niños.

De Michael Jackson, ¿qué voy a contar? Yo fui una de las tropecientas personas que vibramos con el estreno del videoclip Thriller en esa Nochevieja del 83, creo, y que como lo repetían al día siguiente estuve esperando para volverlo a ver. Para mí y supongo que para muchos, ese fue su mejor álbum. Lo tenía grabado en tres cintas para no perderlo. Ese verano mi hermano Germán me llevó de camping y yo llevaba mi radiocasette a todas partes con la dichosa cinta de marras. Ni siquiera me molesté en llevar otra cinta, por lo que la gente acabó de mí y de Michael Jackson hasta los mismísimos laureles.

Ya no he seguido mucho más su carrera, aunque casi todo lo nuevo que oía de él me gustaba bastante. De adolescente, me gustaba leer todo lo que publicaban de él en las revistas estas juveniles, casi todo mentira, pero entonces me valía. Y ya digo, sin entrar en lo personal, Michael Jackson fue un eslabón fundamental para la música de nuestra época.

Y ahora, después de esta escapadita, me voy a seguir haciendo cosas. Hoy no pongo foto de comida, porque esta entrada me ha pillado desprevenida. A ver si luego cae otra cosa, mariposa.


martes, 23 de junio de 2009

De zorrona a consentida


Entrada dedicada a mi queridísimo Reyvindiko.

Hoy me gustaría contar una historia de celos, infidelidades y un final feliz. Se trata de una historia real que he sufrido en mis propias carnes (como exageradamente decimos por aquí abajo).

Todos conocéis cuál es el vínculo que nos une a Reyvindiko y a mí, y por si alguien no se ha dado cuenta - persona poco observadora, diré que se trata de mi marido.

Reyvindiko es entre otras muchas cosas, una persona que cuando algo le apasiona se aplica a ello con total dedicación. Fotografía, coches, carpintería... son temas que van y vienen en su vida, llenando conversaciones interesantes y haciéndome partícipe de ellos.

Pero existe una cosa que le apasiona tanto que jamás ha podido apartar de sí: el ordenador. Por desgracia, su gusto por todo lo que se pueda hacer con un ordenador me excluía a mí de sus horas de ocio. Internet, programación, nuevos sistemas operativos... uf, demasiado. Pero, sobretodo juegos. Y aquí es donde siempre han venido los problemas. Al principio yo me ponía de esposita modelo y buena, el pobre, anda y que juegue, total tendrá que disfrutar. Pero el problema es que el pobre no tenía límite. Podía quedarse absorto, jugando horas y horas y más horas. Si yo no estaba en casa, es que ni comía: una lata de maíz y un trozo de salchichón. Claro, de ahí que pasara de el pobre a la madre que lo parió (una auténtica santa a la que quiero con locura, conste), es que ni siquiera me contesta, es que ni me mira, es que ... nada de nada. Desesperante.

Ya empecé a llamar al ordenador la zorra. Realmente lo tenía compartido: por un lado yo, y por otro un simple código binario de ceros y unos con el que no podía competir. Yo pensaba, si fuera otra mujer estaríamos en igualdad de condiciones y podría pelear por lo mío; pero, ¿cómo puedo luchar contra un enemigo que no conozco?

Las broncas eran de órdago. Y al final siempre acababa dándome la razón y borrando los juegos. Pero tarde o temprano se volvía a las andadas.

Sin embargo un día, cambió de tercio y decidió llevarme a su terreno. ¿Cómo? Pues muy fácil: me compró mi primer portátil, y me compró. Fue como el chiste en el que un matrimonio entran a un restaurante y se encuentran con un amigo común acompañado de una mujer que no era la suya. La esposa le pregunta que quién era esa que acompañaba a Fulanito, a lo que el marido le contesta que es su amante. Ella se enfada muchísimo y dice todo tipo de lindezas hacia el amigo común. Cuando están cenando llega una muchacha guapísima y le pregunta al marido que dónde se ven esa noche. En tu apartamento, contesta él. La mujer, alucinada, pregunta que quién era esa. Mi amante, dice él. Ella enloquece por completo. Le dice de todo, le pide el divorcio, vamos hecha una fiera. Entonces él le recuerda todo lo que tiene gracias a él y de todo lo que se tendría que despedir si se separaba de él: el yate, los viajes, las joyas, etc.... Ella, finalmente, respira hondo y le dice "¿a que nuestra amante es más guapa que la de Pepe?"

Pues eso, como iba diciendo, si no puedes contra tu enemigo, únete a él. Hemos encontrado un equilibrio perfecto. Cada uno está en su ordenador. Incluso hay veces que si nos tenemos que decir algo nos lo decimos por email. En serio. Pero no me importa. Ahora yo también disfruto de mis ratitos a solas con mi MacBook, mi pequeño gigoló.

Y como postre, una refrescante tarta de limón. Muy ácida la crema y muy dulce el merengue. Fría, fría, de la nevera. Un postre delicioso para el verano.

Un beso y feliz fin de semana.

domingo, 21 de junio de 2009

Moraguitas de San Juan



Cuando era bastante más joven, en verano, lo que más nos gustaba hacer eran moragas. Era genial desde la preparación hasta el momento en sí del disfrute. Nos reuníamos unos días antes con un café o té y un bizcocho y hacíamos la lista de las cosas a llevar. Siempre empezábamos igual: comida, bebida y útiles. Lo primero y lo segundo siempre lo llevábamos a rajatabla; ahora, con los útiles siempre la fastidiábamos, especialmente la linterna, por lo que había que ir a las cañas a hacer pis a oscuras. Y allá que nos íbamos la tropa al completo al Pryca a comprar.
Lo primero que hacíamos, nada más llegar a la playa, y aún con la luz del día era buscar leña para el fuego. Mientras, otros preparaban la sangría, con mucha frutita, que es muy sana (jaja). Madre mía, qué sangrías nos hacíamos. Cuando veíamos que alguno ya estaba un poco de aquella manera, nos dábamos un baño en el mar y se nos pasaba, y ala, a seguir con la juerga.
Los pinchitos, las costillas, los filetitos metidos en pan, hummm, qué rico, y todo hecho al fuego. Y luego a cantar con la guitarra y a seguir bebiendo: Stand by me, Clavelito, Triste y sola, Every breath you take, La abeja Maya, Mazinger Z... jaja y luego a degenerar. Por entonces, nos acompañaba un amigo, Pelu, que era el alma de la fiesta: se sabía todas las canciones que nos gustaba cantar a las niñas y siempre proponía buenos brindis, por lo que el que estuviera a su lado acababa mal la noche (la sangría es traicionera).
Había algunos juegos que siempre nos gustaban: mamá gallina y la ameba. Este último es un juego de mucho contacto físico: todos nos dábamos la mano en una fila; el primero empezaba a hacer un rollito hasta que quedaba un amasijo de gente y había que hacer lo que mandara el núcleo. Al final, todos por el suelo muertos de risa. Por supuesto otros juegos más clásicos no nos faltaban, como la carrera de caballos y el salto de longitud. Eso sí, todo muy sano y con muy buen rollo, lo más era la sangría y el que fumara cigarrillos. 
No necesitábamos más: buena gente, una guitarra y ganas de divertirse. Cuando la cosa decaía era el momento de darse un paseíto por la playa con el novio: darse un bañito, un besito saladito y... y ya está, que somos mu decentes.
Cuando empezaba a clarear por el horizonte, era el momento del café, el bizcocho y las galletas. Ains qué rico y qué bien sentaba.
Una vez que se hacía de día, a recoger toca. Os aseguro que jamás dejamos rastro de nuestra juerga, tan solo, la basura en los contenedores.
Es una pena que ya no se pueden hacer moragas así. Están prohibidas y son muy perseguidas. De todas formas, creo que no conseguiría aguantar ya la noche entera. 

Y os traigo hoy una cena fría. Se trata de unos bollos (suizos o bollos de leche) horneados con salchichas y queso, con hamburguesa y con chooocooolaaateee. Resultan estupendos para las cenas de verano.
Un beso y felicidades a los Juanes y Juanas. 

miércoles, 17 de junio de 2009

La lavadora



Puede que muchos de vosotros penséis que esta entrada no es seria. Que quizás de llevar tanto exámenes corregidos y tantas chorradas leídas se me ha contagiado un poco o un mucho de la atontaera de la ESO. Otros pueden pensar que simplemente estoy chalada por mí misma, con todo mi mérito. Pero el tema que os traigo hoy ha sido muy meditado y comprobado.
¿Alguien sabe quién era Alva Fisher? No, no miréis en la Wikipedia porque no viene. Alva Fisher fue el inventor de la lavadora mecánica, la abuela de la que conocemos y tenemos en casa. Hasta aquí todo conforme.
Pero yo creo que la lavadora fue en realidad un invento rebote: este señor, ingeniero norteamericano, investigaba en verdad para otros fines. Quería inventar: la máquina del tiempo, y le salió una lavadora.
Esta afirmación la vengo madurando desde hace varios años. Pero especialmente desde que mi prole ha crecido tanto, puedo afirmar que en temas lavanderos tengo mucho que opinar. Todo mi quebradero de coco llegó con los primeros calcetines desparejos. Vamos a ver, si no están en la lavadora, ni en la secadora, ni en el cajón, ni los he tendido, ni nada de nada ¿dónde están? (sí, también he mirado detrás del cesto de la ropa sucia). Y ni que decir tiene, que cuando me empecé a encontrar calcetines que no me sonaban de nada, por poco me vuelvo loca.
Así que esta es mi teoría: la lavadora es una máquina del tiempo. Funciona al centrifugar, si no, no hay problema. Hay veces que las prendas van al pasado, y esas no las encontraremos más; otras, en cambio, viajan a un futuro más cercano (de los del present continous with future sense) y en un par de lavados, los tendremos de nuevo de vuelta. Una vez, me pasó que me encontré un calcetín de niño que no me sonaba nada: está claro que había viajado al pasado, y como todavía no lo había comprado, pues me dejó descuadrada, ¿cómo ha llegado esto a mi lavadora? 
También a veces es una faena cuando se te cuela una prenda blanca en un lavado de color. Yo tengo especial cuidado con no equivocarme y no mezclar la ropa; así que cuando me lo encuentro es otro de esos casos de salto en el tiempo.
En fin, hoy mismo me he encontrado en la colada un jersey de invierno ¿qué narices hace esto aquí si hace dos meses que quité esta ropa de en medio? Está claro, se quedó en un agujero negro suspendido donde no existe ni el espacio ni el tiempo hasta que ha regresado a su mismo sitio, pero dos meses más tarde. 
Así que si hay algún científico, ingeniero o lo que sea, que me pueda dar una explicación lógica a todo lo que aquí expongo, le estaré muy agradecida. Asimismo, si alguien ha sufrido experiencias similares, sería bueno compartirlas y no tener la sensación de que estamos locos ni majaretas (expresión muy malagueña). ¿Qué buscaba realmente el señor Fisher? Quien sabe, pero desde luego le debemos que por lo menos aparezca en la Wikidedia, ¿no?

Y en mi cocina hoy vamos a hacer pasta. SSMM los Reyes Magos de Oriente, me trajeron esta maquinita (sin viajes temporales ni nada, bien sencilla ella) para hacer pasta. Me encanta saber que cuando como pasta lleva sólo harina y huevos (bueno y esta en concreto tinta de calamar). 
Un beso y hasta la próxima. 

martes, 9 de junio de 2009

sexualidad en los jóvenes



Más información nunca se ha podido manejar. Más medios, tampoco, y todo al alcance de la mano. Los padres, jactándose de ir de amigos de sus hijos. En cambio, creo que nunca ha habido más desconocimiento, más ignorancia ni más descontrol.  Adolescentes embarazadas, enfermedades que estaban desaparecidas, violencia de género entre gente muy, muy joven. ¿Qué es lo que pasa? ¿Se está dejando este tema al libre albedrío? ¿Es un afán de los padres pensar que sus hijos son maravillosos (que no lo niego) y que desde luego esta entrada no va con ellos? 
Los jóvenes de nuestros centros de secundaria, e incluso de primaria, utilizan la sexualidad de manera frívola, desenfrenada, totalmente fuera de control y lo peor de todo, sin tener ni idea de lo que hacen ni de las consecuencias que esto puede traer.
Yo soy tutora de secundaria, de 4º, y doy también clases en bachiller. Los alumnos tienen conmigo más o menos confianza, así que me cuentan muchas cosas de las que hacen, porque realmente necesitan a alguien que ellos consideren adulto pero cercano para que se les aclare las ideas. Por desgracia, muchos padres no están a la altura de la circunstancias (ojo, habrá que verme a mí como madre cuando me llegue la hora); otros, sí, y eso se nota en los hijos.
Dejándose llevar por lo que leen en revistas juveniles disfrazadas de revistas musicales pero que son pseudopornográficas, ya tildan de mojigata a la que no quiere tener sexo oral con el primer pelagatos que se le presente. Se escandalizan, sobre todo las chicas, de la masturbación, ni siquiera la quieren entender como una manera de satisfacer tu curiosidad (claro, a muchas no les hace falta), y les parece una auténtica cochinada. Ni que decir tiene que la masturbación masculina sí está bien contemplada, es la de las chicas la que le parece una asquerosidad. Bueno, y hablar de temas como la homosexualidad, mejor no escuchar lo que tienen que decir. Hay tanta contradicción entre lo que esta sociedad quiere aparentar y lo que hay en realidad. 
Como podéis ver, de una manera totalmente solapada, estas niñas de entre 11 y 18 años están totalmente sumergidas en un machismo del que difícilmente podrán escapar. Antes si la sociedad era machista era porque la educación, la sociedad, la familia, lo imponía de una manera directa. Se ha luchado mucho para que la situación sea distinta. Y ¿cuántas generaciones han podido "disfrutar" de esa otra forma de ver la vida? ¿una, dos, puede que cuatro? No sé. A mí me enseñaron mis padres y en mi colegio que una mujer valía tanto como un hombre y que no puedes colgarte a uno y depender en todos los sentidos de él. Supongo que como a la mayoría de los que me lean. Aquí cabe poca discusión. Pero el problema de esta generación de ahora es que conceptos como la dignidad, el respeto y el amor han desaparecido de su lista de cosas a tener en cuenta para salir con alguien. Lo ven en la tele, lo dicen sus canciones, lo pone en las revistas que compran, lo viven en internet... todo se ha impuesto de manera natural y dentro de su medio, por lo que a ver cómo se saca eso de sus molleras.
En fin, no quiero parecer pesimista, pero es que en este tema la verdad es que lo soy. Esto hay que levantarlo desde la educación y la familia. La primera, como institución, está ya fuera de servicio; la segunda... 

Y bueno, como acabo en tono amargo, os endulzo la entrada: chocolate, qué bueno y cuánto lo necesitamos las mujeres, ¿verdad? Yo creo que está en la condición de ser mujer. Me regaló mi Reyvindiko un libro de recetas de chocolate por nuestro aniversario, una maravilla. Y de él saqué estas guirlaches rellenas de chocolate. Prometo receta, de verdad (aunque sé que lo he dicho antes). Un besazo.

P.d. Me he puesto a dieta (sin comentarios). 

domingo, 7 de junio de 2009

La intención es lo que cuenta



Cuando Reyvindiko y yo nos casamos hace ya ..... ¿13 años? ¿o 12? a ver, del 97, ah, vale 12, pues eso, que cuando nos casamos vivíamos en una casita de 57 m2 en un pueblo de la provincia de Málaga, Alhaurín el Grande. Allí estuvimos 5 años más felices que nada. Era una casa muy pequeñita pero que nos llenaba plenamente (y cuando empezaron a aparecer los niños, la llenamos hasta los topes). Allí todo estaba perfectamente claro: yo trabajo, tú trabajas, pues la casa es para los dos (en cuestiones de limpieza, me refiero). Recuerdo especialmente a la vuelta de la luna de miel un día en el que acabábamos de terminar de almorzar y yo me levanté para fregar los cacharros. Entonces, Reyvindiko, como caballero valiente que se ofrece para matar al dragón, me dice: tú eres mi reina y aquí no vas a fregar ni un solo plato. Yo feliz, me volví a sentar pensando en el chollo que me había tocado (habría besado a mi suegra en ese mismo instante). Durante varios días, yo veía cómo mi amorcito, con más o menos ganas, no me dejaba tocar un plato. Al mes ya teníamos lavavajillas.

Cuando nos vinimos a la casa que veis en la foto, que es como dos o tres veces más grande que la anterior, y con mucha más gente viviendo en ella, las cosas cambiaron. Me costó muchísimo tiempo y muchísimos berrinches darme cuenta de que lo primordial no era compartir el mismo trabajo, sino que cada uno tuviera asignadas determinadas tareas. Me explico: esta casa tiene mucho trabajo tanto dentro como fuera, y no se puede estar en todo. Así que lo mejor era que yo me dedicara a la casa de puertas para dentro y él de puertas para fuera. Claro, aún así la cosa no quedaba del todo equilibrada porque en invierno apenas había que hacer cosas fuera, mientras que el ritmo de la casa es el mismo en verano como en invierno.

Bien, pues llegamos a la operación de Reyvindiko que coincide con el comienzo de la temporada de piscina. Es evidente que me tengo que encargar yo. Mi hermano Germán se ofreció con gusto a hacerlo (gracias hermano, te quiero), pero yo, mujer orgullosa que quiere demostrar que soy capaz de manejar la depuradora de la piscina (¡¿?!) pues le digo: No, tú vienes y me explicas cómo funciona. Y allá que nos fuimos a la jungla, yo con mi libreta y mi boli para tomar notas. Me hice hasta un croquis con toda la maquinaria de la dichosa depuradora. Todo lo tenía clarísimamente apuntado. Solo faltaba ponerme manos a la obra.

... Y por fin llegó el momento. Bajo sola a la depuradora. Libreta: repaso las notas y empiezo. Estooo, aquí no me cuadra bien, no estoy segura, a ver si fastidio la máquina con el pastón que cuesta. En fin, al final: ¿podrías venir a ver si lo estoy haciendo bien? Es que no sale agua por donde supuestamente tiene que salir. No sé cuántas veces se ha quedado atascado y ha habido que bajar una y otra vez. Ha sido todo un engorro. Y tengo que decirlo, después de una limpiada de piscina le he dicho a Reyvindiko: Mañana compramos un robot para la piscina. 

Y entre una cosa y otra pues he hecho unos crackers. Estaban muy buenos con un buen paté, y con hummus ya es lo más. Esta receta es de Canelona, una chica que hace unas cosas que quitan el sentío. Son fáciles de hacer y están muy buenos. Tengo que poner la receta, lo sé os lo prometo que mañana la pongo. Ahora voy a ver una película. 
Un beso y feliz semana. 

sábado, 6 de junio de 2009

Todo un señor


Hoy he vivido una situación que me ha recordado un anuncio de hace ya mucho tiempo. El anuncio en cuestión era de una crema antiarrugas. En él había una serie de personas en una fiesta y una mujer le decía a su marido: "Mira esta es Fulanita. Íbamos juntas al colegio", a lo que él contestaba: "Vaya, por ti no pasan los años", y la otra se quedaba con cara de póquer y empezaba a usar la Cursivacrema en cuestión. 
Pues bien, como el equipo de balonmano de Yago, mi hijo mayor, ha quedado subcampeón de Málaga, hoy hemos tenido la entrega de medallas  y copas, y allí estaba ella, una de mis compañeras de colegio: mi amiga tal (no digo su nombre), tan guapa y estupenda como siempre. Claro, presentaciones al canto tocaban: estos son mis niños, estos son los míos, hay que ver cuánto tiempo, ¿sigues en contacto con gente?, etc, etc. Y entonces entra en escena mi marido, al que le digo: "Yo creo que ya os conocéis, ¿no?" Y él dice dudando: "No, creo que no". Pero yo, que soy mujer y voy más allá de lo que me quieren hacer ver a simple vista, sé lo que pasó rápidamente por su cabeza: "Si digo que me acuerdo, ella va a pensar vaya, qué buena memoria tiene para las mujeres bonitas, así que mejor digo que no y ya está".  Después de eso, los presenté y punto.
No te enfades conmigo Reyvindiko, hiciste lo más oportuno, dijiste justo lo que tenías que decir. Las mujeres somos muy susceptibles, especialmente cuando vamos con cuatro hijos, sin arreglar porque no ha dado tiempo, y de pronto te encuentras con una de tu misma edad en mejores condiciones físicas, aparentemente, porque tampoco sé cómo estará de salud la muchacha.
Y como sé que te gustan mucho, te traigo unos caracoles de nocilla. Insisto, no te enfades conmigo, a lo mejor me he equivocado, pero tampoco me importa. Ya no voy a cambiar la entrada, además, tienes la oportunidad de dar tu opinión en un comentario y lo estaré esperando con impaciencia.
Besos para todos y para ti un 7 y una m.

jueves, 4 de junio de 2009

Mi hemmano



Hoy quiero hablaros de mi hermano mayor, José Juan. Aparte de él tengo otro, Germán, pero de él os hablaré otro día. Esta entrada es para mi hemmano, porque lo quiero mucho, porque me ha enseñado mucho y porque al pobre mío le han quitado hoy la vesícula, y necesita mucho mimito (que ya se lo da su mujercita, pero yo también desde mi rinconcito). 
Es curioso pero apenas tengo recuerdos de él de niño, claro, es que nos llevamos 10 años y mejor así, porque si recordara las perrerías que me hacía en mi más tierna infancia posiblemente no estaría escribiendo esta entrada para él. Y es que mi hemmano me odiaba de pequeña; yo creo que realmente hubiera preferido que yo no hubiera nacido, y no lo culpo, los pobres (ahí entran los dos) tuvieron que aguantar que mi madre pasara los nueve meses de embarazo metida en cama para no perder al bebé (yo) y su dieta se basaba únicamente en huevos fritos acompañados de patatas Paco (fritas de paquete), ya que mi padre era lo único que sabía cocinar. Por este motivo, cuando yo nací, ni siquiera quisieron venir a conocerme; para ellos yo era la invasora y los pobres lloraban y lloraban desconsolados metidos en un rincón de la casa.
Los años restantes, según me cuenta mi madre, no fueron muy tranquilos que digamos. Yo, admiraba a mi hemmano, lo seguía a todas partes y me encantaba estar con él. Él, en cambio aprovechaba mis despistes para ponerse unas máscaras terroríficas, de hombre lobo o algo así, y me llamaba con vocecita de Reyes, ven y toma no sé qué, a cuya llamada yo acudía contentísima porque era mi hemmano el que me llamaba. Y haaalaaa, como yo tenía la apnea del llanto, me quedaba con los brazos vueltos y los ojos en blanco sin poder romper a llorar. No se ha llevado collejas el pobre por este motivo. La verdad es que de esas caretas, aún guardo un remoto recuerdo y mira que yo era pequeña.
Luego, durante algunos años nuestros caminos no se cruzaban mucho. Yo dejé de acudir a sus macabras llamadas y empecé a jugar con muñecas (Nancy y Lesly - la prima de la Nancy) y él, con melena y pantalón vaquero, a pesar de las protestas de mi madre, se metía en su cuarto a escuchar música. Su mundo de entonces era todo un misterio para mí: una habitación llena de libros y discos de vinilo, y las paredes empapeladas con autógrafos de actrices y actores de aquella época (sobre todo los ángeles de Charly, jaja, la morenita del pelo corto era tu preferida). Yo ya intuía que mi hemmano era todo un personaje pero qué lejos estaba de mí.
Cuando yo llegué a mi adolescencia fue quizás cuando más nos unimos: los viernes por la tarde y los sábados por la mañana, al Franju (el vídeoclub) a alquilar la peli de miedo y la de risa para después (ah, y la de tetas para el otro, jajaja). Los viernes por la noche, veíamos el Un, dos, tres; hay que ver qué mal nos caía la Mayra esa, y qué bien lo pasábamos cuando se llevaban la calabaza. Pero a veces, en lugar de ese rollazo, pues me ponía La clave, y la peli, anda medio la aguantaba, según cual, pero el coloquio ... que tenía 12 años, por Dios.
Recuerdo también con mucho cariño de esa época que me dejaba ir a su habitación a escuchar discos, al principio los suyos y los de mi otro hermano y poco a poco los míos propios. Me encantaba poner el tocadiscos a todo volumen y bailar para las fotos de la pared. 
De ahí en adelante, mi hemmano siempre ha estado y está a mi lado. Y eso es un lujo, porque es un tío cojonudo, motero hasta la médula, sabio en sus consejos, cariñoso, cachondo, ingenioso, y bueno, podría seguir diciendo alabanzas hasta que cerraseis la página de aburrimiento (si no lo habéis hecho ya), porque no hay espacio suficiente para hablar de mi hemmano. Solo hay una cosa en la que no es muy bueno: en hacer figuritas talladas en jabón y otras manualidades, ¿verdad? Pero no se puede ser perfecto. 
Iba a contar muchas más cosas, pero si se tercia lo haré en otra entrada (Mi hemmano II), hijo, es que tú das para mucho. Y bueno, espero que te haya gustado el vídeo que te he puesto, sé que seguro que sí. También espero que te guste el puchero que te he llevado y el pan, ya sabes, nada de chorizo ni morcilla, eh? Y bueno, aunque sé que te gusta mucho el brownie, hoy para variar quiero dejarte unas napolitanas que empecé a hacer estando tú en mi casa pero que no castaste porque te dio la prisa por irte. No sé si recordarás que le dimos muchas vueltas a la masa para ver cómo se hacían, pero al final salieron de muerrrrte. 
Un beso muy fuerte y que te mejores.

martes, 2 de junio de 2009

Sigo viva, después de todo



Son demasiadas las tareas que ocupan mi tiempo. Ya ni siquiera puedo hablar de tiempo libre. La convalecencia de Reyvindiko, una casa grande, cuatro hijos y un trabajo que no acaba en mi jornada laboral, hacen que no dé para más. Así que siempre hay que sacrificar algo, y, aunque la sacrificada soy yo, he tenido que parar de escribir y de leer las bitácoras que con tanto gusto sigo. 
Sigo viva, si es que ese adjetivo se le puede aplicar a alguien que va como zombi por todos lados; se me olvidan las cosas, tengo mala cara y, solo para que os hagáis una idea de lo mal que funciona mi cabeza, el otro día me fui en zapatillas al trabajo - menos mal que mis alumnos en el fondo me aprecian y me comprenden, y no se rieron delante de mí. 

¡Ay, Dios mío, cuánta falta me hace un buen descanso! Llegué incluso a preguntarle a Reyvindiko cómo se había hecho la hernia con idea de hacerme yo otra en cuanto él salga de esta. Pero está visto que eso de ponerse malo, para algunos es un lujo. Cuidado, no quiero que nadie me malinterprete, eh, pensad que el agotamiento no me deja pensar con fluidez. Lo que quiero decir es que una bajita de unas semanas poniéndomelo todo por delante me vendría de perlas. Nada grave; nada que me deje secuelas y que no me permita después volver a mi ritmo habitual. Eso es.

¡Qué tontería, verdad! ¡como si la gravedad de las enfermedades se pudiera elegir así! ¡como si la enfermedad se pudiera elegir! No, no, como dice el chiste "Virgencita, déjame como estoy". No obstante, debéis entender que al menos tengo el derecho al pataleo, a quejarme y a ir arrastrándome por ahí con cara de Gremling que ha comido después de la media noche.

Y bueno, os dejo, que tengo que hacer el pan. También es que una parece a veces un poco masoquista, pero me niego a comprarlo. Por cierto, os dejo una tarta de mascarpone y nueces con miel. Este tipo de tartas son las que suelo hacer cuando mi lindo trasero se sale de madre, porque el queso no puedo ni olerlo, aunque me gusta trabajarlo. Un día de estos me dedicaré únicamente a poner recetas.

Ah, y no me quiero ir sin saludar a mi amiga Marjolein de Holanda. Me ha hecho mucha ilusión encontrarte después de tanto tiempo. 

Un abrazo.