miércoles, 29 de abril de 2009

Pelillos a la mar





Hoy me gustaría dedicar esta entrada a todos los calvos que conozco, y especialmente, al que comparte conmigo cama y vida (o vida y cama). También hago mención especial a mi amigo Charly y mis cuñados, que lo llevan en los genes y que son todos muy guapos. He de decir que ninguno de ellos tiene un pelo de tonto.

La escasez de pelo hoy día es un hecho,
no por ello el hombre ha de padecer
aunque sí debiera al menos prever
conservar siquiera el pelo del pecho.

La plena calvicie es ya un derecho
y hasta en Sansón es señal de poder
lucir frente amplia como un alfiler
y llevarse incluso a Dalila al lecho.

Por tanto no te quedes rezagado
pensando en cabelleras anteriores;
a veces es mejor ir afeitado,

pues antes eran muchos los señores
que con ridículo flequillo al lado
intentaban cubrir los sinsabores.


Y para comer, hoy les traigo a mis calvitos una empanada riquísima. Se trata de una empanada de jamón, bacon, queso y dátiles. Es muy sencilla de hacer: sólo necesitamos una masa de hojaldre (la mía es casera), que vamos rellenando por capas: primero el bacon, luego los dátiles, seguidos del queso y por último el jamón cocido. Una vez puesta una capa de cada cosa, volvemos a empezar. Tapamos la empanada con más hojaldre, la pintamos con huevo batido  y al horno. 

lunes, 27 de abril de 2009

El Paseo del Colesterol




Bienvenidos de nuevo. He estado una semana retirada y no precisamente con descansada vida, huyendo del mundanal ruïdo, sino todo lo contrario. Una vez al año, Reyvindiko y yo somos llamados a colaborar con nuestra parroquia dando catequesis de cursillos prematrimoniales, así que matamos dos pájaros de un tiro, por un lado compartimos nuestra experiencia y, por otro, aprendemos mucho de lo que otros tienen que decir al respecto. 
Hoy el postre que os traigo entraría entre lo que suelen denominar como light: un flan de horchata hecho con leche desnatada. Lo serví el verano pasado bien frío, acompañado de gelatina de café bien cargadito. Hubo opiniones de todo tipo. La mía, ¿qué os puedo decir? no me gusta la leche, así que todo queda dicho. Pero ¿por qué lo traigo? Pues porque se acerca el buen tiempo, al menos por estos lares del sur, y me llama la atención especialmente cómo la gente se lanza a la calle para intentar bajar esos kilitos de más que se centran especialmente alrededor de nuestras caderas. Se está convirtiendo en deporte nacional: salir a andar.
Esta actividad está teniendo especial eco en mujeres de una cierta edad. Me encanta cuando voy al trabajo (en coche, por supuesto) y veo esos grupos de cinco o seis mujeres, ataviadas con su ropa y zapatillas de deporte, andando a paso muy ligero, con un vaivén de brazos fundamental para ejercitar otras partes del cuerpo. Son fieles, excepto los días de lluvia todos los días, a la misma hora, las veo poniéndose las pilas con una energía que ya quisiera yo para mí. Hay un grupo en concreto que veo todos los días y a las que llamo las siete guerreras del Apocalipsis.
En la localidad donde vivo, incluso han hecho un paseo de un kilómetro y medio llamado Camino del colesterol (puede que en vez de Camino, sea Paseo, no sé) y desde que lo han hecho se puede ver, a todas horas del día distintos tipos de personas poniendo su cuerpo a tono. Por la mañana temprano, lo normal es ver algún deportista en pantalón corto haciendo lo que aquí tan horteramente llamamos footing; a esa hora, como dije antes, los grupos de señoras mayores aunque ágiles, con polares y bufandas si hace frío, o camiseta simplemente si hace calor, se hacen dueñas y señoras del paseo. Más avanzada la mañana  son lo abueletes los que vienen a andar un ratito y a sentarse en los bancos charlando y observando el tráfico. A mediodía, si es verano, os aseguro que no hay quien tenga narices de pasear. Ya habrá que esperar a que con la fresquita el paseo vuelva a ser transitado. A estas horas pues encontramos todo tipo de personas: señoras, abuelos, abuelas, deportistas y padres con niños pequeños en triciclos y cochecitos.
Yo, personalmente, envidio a estas señoras que salen todos los días, y me fijo en que algunas, las que posiblemente acompañen su ejercicio de una dieta, van bajando de volumen poco a poco y van dejando atrás en el paseo a alguna compañera que quizás se ha metido una viena entre pecho y espalda con un buen café antes de salir. Posiblemente yo sería de estas del bollo. Intentaré hacer propósito y, por lo menos, ponerme un ratito con la Wii Fit, para que al menos no me diga nadie que no lo he intentado.
Que tengáis una buena semana. 


lunes, 20 de abril de 2009

no tengo tele



Pues sí, esta es una de mis rarezas. Soy una persona libre y no tengo tele, eso. Por fin lo he dicho.
Desde que era una niña, vivía sujeta a la esclavitud de la primera cadena y el UHF. Veía las series americanas con envidia cuando cogían el mando y empezaban a pasar canales, ¿cuándo llegaría esa maravilla aquí? Y después de esperar tanto tiempo, me vinieran con el Cacao Maravillao, el Hablemos de sexo (con la Ochoa esa repelente) y con el teletienda y la Tienda en casa, que visto lo visto, al menos me hacía reír con el anuncio del Whisper xl o el chino cudeiro de los cuchillos Winchu, o como sea que se llamen.
Me quejaba yo entonces de programas malos, sin que mi mente pudiera llegar a intuir siquiera lo que estaba por llegar. 
Desde que montamos nuestra casa, llegamos a la determinación de no tener televisión. Y, hasta ahora, así se ha cumplido, aunque con ciertas reservas, debo decir. 
Es cierto que hace seis años compramos un televisor en color, de esos muy grandes (aunque no planos), porque no nos gusta la tele que se emite en este país, pero sí muchas películas, de ahora y de las de siempre, y series a las que siempre recurrimos cuando no estamos por ahí cotilleando en la blogosfera: Colombo, House, Los Soprano... son lujos que nos hemos dado para nuestros cuerpos, sin tener que soportar el suplicio de la publicidad, o que por el motivo que sea, esa semana no se emita el capítulo tan esperado.
Por otra parte, somos padres, y claro, no somos padres perfectos. A veces, hay que ponerles a los nenes una peliculita para que te dejen tranquilo, aunque sea para limpiar, cocinar, leer un libro (que hay que cultivarse un poco), o darte una ducha.
La tele es un invento, pero qué mal aprovechado. Bueno, aprovechados muchos se han aprovechado de ella (y valgan todas las redundancias). Y ese es uno de los motivos por los que huimos. No hay cosa que me dé más coraje que en plena comida, a gustito, en familia, con un buen vino, salga el tema del último cutreprograma de la otra noche, donde se tiraron los tiestos a la cabeza una con cara de rana y un calvorota implacable. Que no, que no, y que no. De todas formas, a veces se nos da el caso de que alguien comenta algo, y nosotros, con cierta timidez, decimos eso de mira, es que no tenemos tele, y nos miran con caras de incredulidad y comentan, ¡Que no tenéis tele! y acto seguido, te dicen, no, si yo tampoco la veo, con sentimiento de culpabilidad. 
Me mantendré así siempre que me sea posible, pero los niños van creciendo y sé que nos costará trabajo convencerlos de que es lo mejor para la familia. Espero que por lo menos vean en nosotros un buen ejemplo a seguir.

Y hoy en mi mesa, pongo algo salado: un pastel de espárragos y langostinos. Ahora que llega el veranito y las comidas en la calle, pues viene de miedo. Por cierto, menudo floripondio el del pastel de espárragos. 
Y nada, os dejo, que empieza el Hormiguero y no me lo pierdo. jajajaja. 


viernes, 17 de abril de 2009

Santiago




Ayer fue el  cumpleaños de mi hijo mayor, Santiago. Cumplió 9 años y la velocidad que lleva es lo que me llevó a escribir la entrada del otro día. 
Como Yago (así lo llamamos) es muy especial, no ha querido celebrar su cumple con los niños de su clase. Él prefiere celebraciones más familiares. Estaba deseando que vinieran sus primas de Sevilla, pero no ha sido posible. Así que nos hemos ido toda la familia a pasar la tarde a la bolera. Nos hemos reído mucho y la mami, una menda, ha quedado la última. Pero bueno, bien está lo que bien acaba.

Ha sido también un día muy extraño. Por una parte un día cargado de cumpleaños: Yago, Aurora, Margarita, Laura, y muchos más (¿verdad Aurora?), el nacimiento del sobrino de Marga, felicidades; y, por otro lado, un día ennegrecido desde el principio por la muerte: un pobre motorista en la carretera y el padre de Isa (recibe un abrazo muy fuerte). 

Y en un día tan raro como este, y tan cargado de emociones, os invito a una de mis tartas favoritas. Se la vi por primera vez a María Lunarillos, mi musa repostera, y me enamoré de ella. La hice para el cumpleaños de Paloma y la rellené de mouse de chocolate. 
Feliz cumpleaños, Yago y todo aquel que se dé por aludido. 


jueves, 16 de abril de 2009

Disculpad mi torpeza


Mi falta de conocimientos informáticos me han pasado cuenta. Siguiendo los consejos de un amigo intenté personalizar un poco más mi blog, pero como habréis comprobado el resultado ha sido nefasto, y al final lo dejo como estaba. No sé qué habré tocado o qué habré hecho mal, el caso es que perdí toda la configuración de los gadgets (o como sea que se llame), no podía poner la foto de mi casa, ni se podía acceder a los comentarios. Algunos de los que me soportáis me habéis comentado que no podíais comentar las entradas. Ya está arreglado: al final, hoy, en la casa del herrero se ha comido con cuchara de hierro ;)
Os agradecería enormemente que si habíais intentado comentar lo hagáis ahora. Hace mucha ilusión sentirse oída desde la distancia.
Hoy no os torturo más. Pero, como siempre, os invito a algo: magdalenas de anís. El licorcito le da un toque delicioso. Os recomiendo que si hacéis magdalenas, probéis a echarle un chorrito de anís dulce en la masa. Ya veréis cómo os sorprende y os gusta.

martes, 14 de abril de 2009

Me da miedo el tiempo




Recuerdo perfectamente los diez primeros años de mi vida. Recuerdo la ilusión que me hacía ponerle dos cifras a mi edad. Diez años, toda una vida. Recuerdo a mi padre, tratando este hecho como lo que era, un hecho de gran magnitud. Me sentía ya casi del mundo de los mayores. Pero en verdad no quería pertenecer a ese caos que no entendía pero que sí admiraba.

Ahora, en la lejanía, recuerdo esos años que transcurrieron para mí como una eternidad. Casi podría decir que esos años pasaron con más lentitud que los 28 posteriores. Los veranos eran laaargos, y en ellos daba tiempo a hacer de todo. Devoraba libros de Los Cinco (El Club de los Siete Secretos nunca me gustó, y Quinto grado en Santa Clara, ni fu ni fa) y siempre me apetecía comer lo que ese grupo de primos engullía en esas meriendas de galletas de jengibre y zarzaparrilla. 

Aparte de leer, me daba tiempo a acabar los cuadernillos de vacaciones que recomendaban en el cole, a ver la tele (Dabadabadá), ir a la playa, jugar con Nieves con las Nancys, comer helados, pasear.... todo el tiempo del mundo para mí en dos meses de verano.

Creo que esta es una de las muchas virtudes de la infancia, cuando tu vida no depende de todo lo que tienes que hacer, cuando lo único que tienes es que disfrutar y hacer tu cama (y poner y quitar la mesa, como mucho), el paso del tiempo se postra ante tus pies.

Ya, ese transcurrir no volverá. Lo veo. El paso del tiempo me tortura, aunque no quiera admitirlo. Pero cuidado, no me tortura por mi edad, sino por el vértigo que me causa el imparable ritmo que llevan mis hijos. Cómo se me va de las manos la más tierna infancia de mi Santiago; cómo, mi sobrina Luna, con 14 años, ha dejado ya todo rasgo infantil y es una mujer en toda regla; cómo tengo sobrinos, que conocí de pequeños y que ya han sobrepasado la edad que yo tenía cuando me casé; y cómo soy tía-abuela de dos preciosos bebés, Pablo y Carmen. Y prefiero no nombrar a los que ya son mayores que yo, porque esos cambios me entristecen más todavía.

Las canas, las caderas que no vuelven a entrar en los vaqueros de antes, la cintura que después del embarazo de los mellizos (madre mía qué barriga) nunca volvió a hacer curva hacia adentro, y otras cosas que duelen más, como mi problema reumático, eso no me preocupa. Tengo asumido que el tiempo tiene que pasar y hacer estragos en mí, pero que lo haga en mis hijos, eso si me trastorna más. Ver la paja en el ojo ajeno. 

Me da miedo y lástima no poder agarrar, sujetar, cada instante que pasa feliz. Ahí me quedaría para siempre. En un momento único de felicidad. 

Me ha costado mucho trabajo elegir un plato para hoy, y al final me he decidido por el pan. Simple y eterno pan. Que cada cual coja uno si gusta.

lunes, 13 de abril de 2009

¿Cómo decir?


Aunque parezca raro, hoy no he sentido pereza para ir de vuelta al trabajo. No he tenido síndrome de empezar de nuevo. Será porque ya empiezo a ver la luz al final del túnel, o, simplemente, porque en verdad me gusta lo que hago.
Pero al llegar al colegio, mi gozo en un pozo: la noticia nefasta que nadie quería saber sobre la enfermedad del marido de una compañera y amiga: esa enfermedad de seis letras que no me atrevo ni a nombrar. Ni siquiera he podido contactar con ella, tampoco lo he intentado; sólo de imaginarme su voz se me hace un nudo en la garganta. 
Desde aquí, y aunque sé que ni Isa ni Carlos lo leerán, desde aquí digo, les mando un abrazo muy fuerte y unos pastelitos de moka que seguro que sirven para levantar el ánimo. 

jueves, 9 de abril de 2009

No hacer nada


Pues sí, ha sido un día inolvidable por lo tranquilo. No esperaba a nadie, y me he permitido el lujo de güevonear, hacer lo justo; hasta una siesta con mi peque en brazos. Incluso mi hija, Paloma, me ha preguntado si era la primera vez que estaba sin hacer nada. ¡Qué gracia!, le dije, cuando vosotros aún no estabais aquí, querida, mi vida era así.  Pero la verdad es que antes no podía disfrutarlo con la misma intensidad que ahora. No hacer nada - aunque más bien habría que dejarlo en hacer lo justito- Aún así, me ha sorprendido una visita inesperada: mi hermano mayor y su mujer, Fátima, recién llegaditos de París, ¡qué vida que se pegan ellos! Me ha dado mucha pena no poder recibirlos como me hubiera gustado: pan recién hecho, postres, browny... son unos de mis mejores comensales. Pero bueno, gracias a que no sabía que venían, he podido relajarme y... no hacer nada.

Y, aunque parezca repetirme con el browny, este es uno que precisamente se comió mi hermano José, el mismo de hoy, pero otro día que vino a casa. El chocolate aún estaba caliente cuando se lo echó. Un lujo para el paladar.

martes, 7 de abril de 2009

Calavera I


Me encanta cómo me sorprende el diccionario. Uno cree que lo sabe todo y va a la RAE y ve que no, que no sabe nada en absoluto. Eso mismo me ha pasado con la palabra calavera, la he buscado para ver si me sorprendía, y vaya que sí. De todos los significados, ha habido uno especialmente que me ha llamado la atención: verso satírico que se compone a un vivo hablando como si estuviera muerto. Lo que no haga la poesía, si es que lo consigue todo, incluso ningunear a la mismísima mosca cojonera. Y eso es lo que hoy voy a hacer desde aquí.

De tu lugar actual, 
ahora ya estoy bien segura
muerta estás y en el infierno
arderás sin sepultura.
Nunca lengua viperina
logró tal descoyuntura
y ahora que muerta estás
salgo yo de mi amargura
y abrazo mi soledad
por fin llegó mi cordura.

El título de la entrada es porque es tema de la calavera será recurrente en esta página, se convertirá en un leitmotif del que me va a costar huir. 

Y hoy, para este ratito, una tarta de queso con mermelada de fresa (también casera). Un postre para los amantes del queso, que ni siquiera cato, pero al que acudo cada vez que no quiero caer en las redes de la glotonería.
Feliz semana. 

domingo, 5 de abril de 2009

Ingratitud con el pollo


En casa, por comodidad y porque gusta, el pollo es la carne que más se come. Llegamos a comerla hasta tres veces por semana, y a veces, incluso más. Es uno de las pocos platos que, lo pongas como lo pongas, no me lleva a pelearme con mis hijos para que coman. Da igual como lo prepare, no queda nada de él. Es sano, no engorda, lo puedes preparar de mil formas, siempre está bueno, no es muy caro..., vamos que quizás sea la panacea. A la plancha, al horno, hecho hamburguesas, croquetas..., en fin, se puede hacer de todo con él. 
Y es que el pollo lo usamos para todo tipo de guisos, y fuera de la cocina, el lenguaje está lleno de referencias a él y a su especie. Y es precisamente por eso por lo que hablo de la ingratitud hacia este animalito. 
Vamos a ver si me sale bien la enumeración:
- En el cambio de voz del chico adolescente, le salen gallos cada vez que habla con un poco más de ímpetu de lo habitual. Todo el mundo se ríe. Es malo.
- Tener espolón de gallo es muy doloroso. Prefiero no hablar de ello. Es malo.
- Cuando aparecen las primeras arruguitas, hablamos de las patas de gallo. Por supuesto malo.
- Si se dice de alguien que es muy gallito, nos referimos a que busca bronca. Malo también, entonces.
- Tener culito de pollo es una auténtica faena porque el vestido o falda es muy difícil de arreglar. Malo.
- Tener un pollo en la garganta, qué asco Dios. Malo.
- Tener la piel de gallina. Bueno, si se tiene por frío o malestar, malo; si, en cambio es por una caricia, vale.
- Ser un gallina, chungo. Cobarde, gallina, capitán de las sardinas. Malo.
- Ser más p... que las gallinas. Sin comentarios.
- Montar un pollo, vamos que la liamos, y bien. Malo. 
- Sudar como un pollo, normalmente porque hace demasiado calor. Malo.
- Tener un ojo de pollo, equivale a tener un callo en los dedos de los pies. Malo, ay. 
- Estar en corral ajeno, sentirse incómodo con los que nos rodean. Malo. 
- Cuando meen las gallinas, denota imposibilidad de hacer alguna cosa. Malo.

En fin, creo que podría seguir, pero no son horas. Ya veis que no me acuesto con las gallinas. ¿Sabéis más expresiones sobre este bicho? ¿alguna buena? Yo la mejor que conozco es el juego de la gallina ciega, por lo demás, todas son malas.

En la foto, ¿qué hemos comido hoy? Bingo, y buenísimo encima. Por eso digo, con lo rico que está y fuera de la cocina es todo malo.
Feliz Domingo de Ramos. 

sábado, 4 de abril de 2009

Me meto en cocina




Bueno, empiezan las vacaciones y mi casa empieza también a llenarse de gente. Así que me voy a mi reino (y no lo digo con sarcasmo, sino con alegría). Estaré quizá retirada del teclado y la pantalla y me meteré entre fogones, para poder renovar mi colección de fotos y de recetas. 

Hoy hace una día espléndido. Comeremos en el jardín; los niños podrán hartarse de jugar, aunque tendré que pelear con mi Yago para que no quiera coger la wii, y con mi Germán para que no me pida Mario coche (un juego de la wii); las niñas se querrán disfrazar, Victoria de princesa o de bailarina y Paloma de geisha, y a las dos niñas que vienen, Míriam y Cristina, habrá que prestarles algún disfraz. Lo pasarán genial y nosotros también. Con un buen vino que acompañe una comida informal de primavera.

En mi foto, piruletas de queso, festivas y sencillas de hacer. 
Quien quiera apuntarse que avise, solo por poner un plato más.
Disfrutad. 

viernes, 3 de abril de 2009

Astenia primaveral


Todavía no he logrado hacerme el cuerpo a este cambio de hora canalla. Ya puestos a quitarnos una hora, podría haber sido una clase de un 2º o 3º de la Eso, pero no, hay que quitarla del sueño.
Así nos va durante las primeras semanas. Hasta le hemos puesto un nombre: astenia primaveral. Y al final todos a tomar Astenolit. 
Menos mal que con el cambio de hora han venido otras cosas que hacen que nuestros días sean más bellos. Para empezar, las tardes primaverales. Esa luz hasta casi las 9 de la noche (claro que por otra parte te tienes que pelear con tus hijos para que se acuesten mientras arguyen que es aún de día). También nos trae los olores de la primavera, sobretodo el azahar. ¡Qué dulzura cuando suben los vapores de los naranjos y limones! (y eso que no están cuidados). Y claro, como no, unido a todas estas sensaciones está la semana santa, todo un despliegue de regalos para los sentidos: las bandas de música, los pasos procesionales, las mantillas, el incienso y el romero cuando pasa la Esperanza, ese Jesús yaciendo sobre su sepulcro con toda la solemnidad que merece, y su Madre Dolorosa, detrás, llorándole, Viernes Santo...  
Por desgracia, no la voy a disfrutar como me gustaría. Pero al menos, intentaré mitigar los efectos de la astenia primaveral intentando descansar mi cuerpo serrano y mi mente. 

Y como mañana es Viernes de Dolores, pues voy a respetar la cuaresma. Nada de carne ni de lujos para el cuerpo. Os traigo unas berenjenas y calabacines con tempura japonesa con miel. Quizás parezca un poco sofisticado como menú de cuaresma, pero los garbanzos no me gustan y el bacalao tampoco, así que me quedo con la tempura y una crema de calabaza.
Mañana será otro día, y para el domingo quiero hacer tiramisú. Estáis todos invitados a la casa de campo.
Feliz viernes de Dolores, y felicidades a todas la Lolas. 

miércoles, 1 de abril de 2009

Sensualidad metida en un bolso

Una de las grandes diferencias entre una mujer de taitantos años soltera o casada es su bolso, especialmente si la casada tiene niños y pequeños. Vamos a ver el contenido y el estilo de uno y otro. 
Empezaremos por el de la mujer soltera (vale también casada sin hijos). Lo primero, se trata de una mujer que cambia de bolso con bastante regularidad. Normalmente, es un bolso que va a juego con sus zapatos, su cinturón y, posiblemente, con su cinta del pelo. Por supuesto, se trata de un bolso de ultimísima moda, de esos que lucen Penélope Cruz, Victoria Beckham o que simplemente lo lleva alguna de las actrices en Sexo en Nueva York. Aunque el bolso valga una burrada (1000 € un glaze zippers), si se lo puede permitir lo comprará sin duda, si no, lo buscará en el rastro hasta que salga la copia perfecta (a 6 ó 12 €). Esto sucederá con todos los bolsos que se haya comprado para esa temporada. 
Dentro, posiblemente llevará todo tipo de objetos que destaquen su feminidad: sombra de ojos de Christian Dior; colorete, perfilador y lápiz de labio de Clinique; un lápiz para ojos o un eyeline de Lamcome;  un tarrito pequeño con Ángel y Demonio, de Guivenchy;  y otros potingueos maravillosos de esos que tanto nos gustan. Por supuesto, también hay que llevar material de emergencia para el menstruamen, en el que también se encuentran grandes diferencias, pero de las que no voy a hablar porque lo considero de mal gusto. Encontraremos también un móvil rosa, llaves del coche y de la casa, las gafas de sol Dior en su funda, un paquete de pañuelos de papel, un cepillito plegable y un espejito. El monedero, muy ordenado, llevará un par de tarjetas de crédito, la tarjeta de El Corte Inglés, la de Zara, Mango, Blanco, y alguna más y una fotito de su sobrino vestido de papanoel.
Pasemos ahora al bolso de una mami. Este debe cumplir una característica principal:  ha de ser
bien grande. Por supuesto, también llevará pinturitas y perfumes, pero muy posiblemente de la marca Deliplus, ya que la economía decae, sin duda. Otros elementos serán un móvil, las llaves del coche, las llaves de la casa, 4 ó 5 paquetes de pañuelos de papel, tiritas, imperdibles, un chupete, un paquete de toallitas, pañales, colonia Nenuco o Deliplus (baby), un paquete de galletas que sueltan migas por
todo el bolso, un botellín de agua con pitorrillo, unos zumos de esos pequeñitos  y, por supuesto, el monedero: un monedero gordo y reventón con tarjetas de Mercadona, Día, Carrefour, y puede que El Corte Inglés y Cortefiel, un montón de fotos de sus peques (vestidos de papanuel, de pastor, de sirenita o spiderman, y con la toga de la guardería), todas las tarjetas de la seguridad social, la suya, la de los niños y la del marido y una estampita de algún santo, cristo o virgen.
Como podéis ver, las circunstancias que nos rodean nos diferencian. Yo soy del segundo grupo, y os aseguro que llevo todo eso y más.
En la foto de hoy, una mouse de chocolate negro. Que en eso del chocolate casi todas somos iguales.